sábado, 20 de junio de 2009

El cine, los patanes y el voto...

Hace un rato que volví del cine en Plaza Pabellón. Yo no suelo frecuentar ya sitios "nice", básicamente porque me doy cuenta de que mis elecciones personales de vida me alejan de éste tipo de gente. Quien me conoce de tiempo atrás creerá tal vez que es hipócrita de mi parte, considerando que viví en las afueras de Colinas de San Javier por más de 10 años... Digamos que me ahorro el posible mal rato, y de paso se los ahorro a "ellos".

Pero hoy mis papás invitaron al cine, y las necesidades de horario nos llevaron a la función de las 6:35 pm al Cinépolis de la ya mencionada plaza. Y lo que vi me conflictuó de tal manera, que no puedo hacer más que sentarme frente a mi computadora a escribir al respecto.

Nos sentamos en la sala 6 a esperar que comenzara la función, luego de lograr pasar por una fila de ingreso en la que al menos 5 personas se metieron, argumentando que traían las manos ocupadas, o que la familia ya estaba adentro; el empleado ni siquiera podía verificar que la sala y cantidad de personas fuera la correcta, ya que prácticamente nadie le mostraba sus boletos.

La sala medio vacía, así que pudimos escoger con calma nuestros lugares. El tiempo avanzaba y la sala se llenó apenas un poco más; las primeras cuatro filas permanecieron vacías. Mientras los caballeros salieron por golosinas y bebidas, entraron a la sala tres chiquillos a los que calculo 12 años. Y lo que llamó mi atención, y la de muchos otros presentes, fue que irrumpieron a punta de gritos, jalones de playera y empujones por ser el primero en subir la escalera para buscar lugares. Mi madre les llamó la atención de lejos; nadie la secundó ni dijo nada, pero todos los adultos presentes los pusimos en la mira.

Justo cuando mi madre se disculpaba conmigo por levantar la voz, uno de los chicos pasó por nuestra fila corriendo para encontrarse con una chica que asumo era su mamá o su hermana mayor. Ella les gritoneó quejándose porque aún no habían encontrado lugar. Luego se acercó con una pareja a exigir que se recorrieran para dejarles los lugares cerca de la orilla, pero ellos se negaron, con lo que obtuvieron improperios verbales y la retirada de la gritona, que condujo a sus muchachitos al otro lado de la sala, sólo para sentarlos y preguntarles qué querían. Luego salió a comprarle a los "angelitos" todo lo que pidieron para botanear la peli.

Empezó la película, que disfruté enormemente. Pero en una escena particulamente clara, mi hijo preguntó que por qué estaba rayada la película, y me señaló la esquina inferior derecha de la pantalla. ¿Saben qué vi? Un grafitti, aparentemente elaborado con plumón.

Salimos, y mientras mi tribu salió con sus bolsitas, vasos, asientos y charolas, observamos cómo las butacas estaban llenas de basura. Al caminar por el pasillo, de vuelta al vestíbulo, llamaron mi atención dos grupos familiares. En ambos casos pude observar caballeros vestidos con desesperación por el casual look; señoras con pesqueros, cabello planchadito y uñas de pedrería (seguramente Swarovsky) pero con la mirada perdida, sin siquiera percibir a sus hijos mas que para decirles "fulanito, no corras"; y niños en edad escolar vestidos de marca midiendo a la hermanita para empujarla, al hermanito para pegarle, a la mamá para acusar y al papá para sacarle unos últimos pesos en un helado.

Mientras caminábamos al coche me hice las siguientes preguntas, que ahora comparto con ustedes:
Ésta es la gente que hoy controla al país, ya sea política o económicamente. ¿Éstos son sus valores? ¿Ésta es la muestra que dan de educación, cultura, clase o como guste usted llamar a ése sentido común que nos indica cómo comportarnos en cada espacio?
Ésos niños son los que mañana seránlos empresarios y políticos de México... ¿no le da miedo? A mi sí.
¿Cómo es que el grafitti traspasó la barrera de lo socioeconómico, para posicionarse entre los chicos de clase alta?
¿Cómo es que alguien que evidentemente tiene una vida emocional y espiritualmente vacía, puede conducir adecuadamente los destinos de tantos otros en una empresa o en el gobierno?

Si algo aprendí en el tránsito de mi propia adolescencia es que las trastadas que hacemos de adolescentes hablan clarísimamente de quiénes sómos y cómo vemos al mundo... y en el caso de mis compañeros de aquellos tiempos, veo que ésa esencia permanece más o menos intacta al paso de los años. Si aquel compañero que me manoseó en una fiesta en primero de secundaria hoy se postulara como candidato a lo que sea (que de hecho ya lo hizo) no sólo no tendría mi voto, sino mi repudio absoluto, porque no veo en él nada que me indique que, con el paso de los años, aprendió mejores habilidades en la vida que la verborrea mareadora. Y ésto por poner sólo un ejemplo.

Y luego se asustan de que estemos considerando seriamente el autoempleo, los canales de producción y consumo alternativos, y el voto nulo o independiente... ¡saaaabe!